por Francisco Serradilla
En la definitiva isla,
bajo una cúpula de extraña geometría,
junto al sonido de un sobre que se cierra,
en la isla definitiva, en la paz
definitiva,
sobre la luciérnaga —ya olvidada— del vértigo,
a salvo no del espanto sino
de esa mala tristeza que no es melancolía.
bajo una cúpula de extraña geometría,
junto al sonido de un sobre que se cierra,
en la isla definitiva, en la paz
definitiva,
sobre la luciérnaga —ya olvidada— del vértigo,
a salvo no del espanto sino
de esa mala tristeza que no es melancolía.
En esa definitiva isla sola, a salvo
de la mala tristeza,
que fuera trazo mismo de la desesperanza
al pasar,
una vez visto el hombre y sus constructos,
una vez olvidada la utopía.
de la mala tristeza,
que fuera trazo mismo de la desesperanza
al pasar,
una vez visto el hombre y sus constructos,
una vez olvidada la utopía.
En una isla, tal vez definitiva,
sobre aquella luciérnaga del vértigo – olvidada quizá -,
y dentro del sonido de un sobre que se cierra,
en la desesperanza de los cielos ya rotos,
de la tristeza mala una vez visto el hombre,
sobre aquella luciérnaga del vértigo – olvidada quizá -,
y dentro del sonido de un sobre que se cierra,
en la desesperanza de los cielos ya rotos,
de la tristeza mala una vez visto el hombre,
en esa isla,
una sola memoria,
debajo de una cúpula con la geometría extraña
de un mundo en el que, nunca,
nada de lo que vemos se repite,
nadie de los que vemos se repite.
una sola memoria,
debajo de una cúpula con la geometría extraña
de un mundo en el que, nunca,
nada de lo que vemos se repite,
nadie de los que vemos se repite.
Francisco Serradilla
de Tratado insual del universo.
de Tratado insual del universo.